Tanibol Tani!

El tani está confundido, no entiende lo que trato de explicarle. El me exige palabras alentadoras, trato de dárselas, pero no logro sacarlas de forma natural. Me dice que debo enseñarle todas mis caras, las alegres, las divertidas, las tristes, las melancólicas, las endiabladas, las rídiculas, todas! Me ruega que no lo abandone. Pero la paciencia no me es suficiente como para enseñarle esta, esta cara en la que mis grandes buches adquieren proporciones gigantescas porque mi desparpajada sonrisa no los acomoda en una posición estéticamente más agradable, no estoy en mis mejores días, no conozco las razones, o si las conozco pero no me sirven para justificar, y es irónico como en estos días de mucha más paz, tranquilidad y sueños increíbles e impublicables cuando duermo, en las mañanas despierto con ganas de no estar rodeada de nada ni de nadie, intento estar mínimamente digerible para los demás pero no lo logro. Estos sueños y esta tranquilidad me descolocan, me estiran hasta casi reventarme.
Pero escarbando algo de paciencia le susurro al oído, “tranquilo dentro de poco vendrá una mejor versión de mi, ya veras”.
Esta vez ni siquiera quiero pedirle perdón por mi ceño fruncido ni por el abandono al que lo he sometido, no me interesa que piense que siempre estoy feliz y dispuesta a echar unas risitas, porque la realidad no es esa, y debo confesarle que me gusta también esta cara de buches gigantes, de pieles estiradas hasta crear estrías permanentes, estrías que luego podré observar con mejores ánimos y lograr la gran sonrisa acomodadora de buches tan grandes como los mios.